Las industrias creativas en época de “crisis”. Una reflexión sobre la economía creativa

Por: Paula Trujillo

* Imagen cortesía Instituto Europeo de Diseño

Pánico, angustia, temor, inquietud … marcas de moda que cierran, se fusionan; despachos de arquitectos que se mudan, restaurantes que ofrecen platos a precios tan bajos que parecen inverosímiles. Cierres y despidos. A la otra orilla de la vía tiendas que parecen galerías para exhibir pares de zapatos de miles de dólares, Inditex se dispara en La Bolsa pareciendo junto al oro la única inversión “confiable”, apuestas desde el diseño nunca vistas y propuestas de menús en Bogotá o Lima que sorprenderían a cualquier londinense o parisino por su costo.

 

Arte, gastronomía, arquitectura, los diseños, el conjunto de las llamadas industrias creativas y culturales (ICC) “juegan al juego” económico en un escenario internacional de aparente “crisis”. Ya lo ha afirmado la UNESCO al estimar que en el  2010 la contribución económica de esas industrias ascendió al 3,4% del PIB mundial, y en numerosas economías nacionales se situó entre el 2% y el 6% del Producto Interno Bruto. Nada mal para esas actividades de la economía creativa que “producen y distribuyen bienes o servicios que, en el momento en el que se están creando, se considera que tienen un atributo, uso o fin específico que incorpora o transmite expresiones culturales, con independencia del valor comercial que puedan tener” (Unesco).

 

El Libro Verde, la ONU y los analistas incluyen y excluyen actividades. La mayoría se ponen de acuerdo con las artes escénicas y visuales, así como con el patrimonio cultural. También incluyen al cine, al sector del DVD y el vídeo, la televisión y la radio, los videojuegos, los nuevos medios de comunicación, la música, los libros y la prensa. Muchos incorporan la arquitectura, el diseño gráfico y la publicidad. La gastronomía ya empieza a ser reconocida sobre todo desde la Red de Ciudades Creativas o desde las inscripciones de regiones o platillos como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. La moda en cambio no ha recorrido tal camino … seguramente no ha habido el lobby y el interés mundial necesario.  El Libro Verde deja al margen actividades como el turismo o las nuevas tecnologías, aunque reconoce que tienen una vinculación clara con las ICC y el amplio campo de la economía creativa.

 

Dichas industrias no escapan de un escenario en el que desayunamos y comemos “crisis” y en el que cada titular hace alusión a la Europa en caída libre y a los países emergentes, Latinoamérica incluida, como los supuestos “nuevos ricos del barrio”. En esa orilla de la vía el consumidor controla sus gastos en ropa y hasta la época de rebajas fracasa, además deja de ir al cine ante el aumento feroz del IVA. En esta orilla empiezan a estrenarse antes de lo usual las películas, las marcas icónicas se instalan y los restaurantes de haute cuisine retan a las billeteras.  En todo caso tanto allá como aquí el consumo del lujo vive su mejor momento compartiendo curiosamente las mejores cifras con las ofertas fast y de bajo precio. Tanto allá como aquí los ricos son más ricos, los pobres son más pobres y los del medio se extinguen. La propuesta que más se resiente es la que se instala en el centro: la que no es suficientemente cara o barata, la que no es suficientemente exclusiva o masiva, la que no es suficientemente elitista o popular … la del centro, la de la clase media, es la que desaparece.  Ésta es una crisis que favorece tanto los extremos sociales y políticos, como los extremos en el consumo –incluido el de las prácticas que alimentan la economía creativa–.

 

Otro terreno de análisis es si hay o no crisis. Nadie negaría las cifras de desempleo en Estados Unidos o España o los desahucios en tantas ciudades del mundo, pero ingenuo sería pensar que no es un momento intencionado y controlado por algunos que están ganando mucho con sus inversiones a favor y en contra, o incluso con apuestas políticas como las que se dice se ventilan en el Foro Bilderberg para lograr “deshacerse de tanto inmigrante” al mostrar temporalmente a una Europa debilitada y a una América Latina pujante y promisoria. ¡Y lo están logrando!

 

Y es en este escenario en el que en el campo de la economía creativa se consolidan las ferias innovadoras de cocina y se ponen en duda muchos de los eventos de moda en el mundo; en el que los mega museos tienen los mejores datos de ingreso de su historia.  Es aquí dónde se defienden las redes creativas al tiempo que muchos grupos sociales critican inversiones y apuestas a su juicio suntuarias y no fundamentales (“cuando éramos ricos y cuando éramos cultos”).  Igualmente los precios del arte suben más rápido cuando la desigualdad de los ingresos se eleva como lo han demostrado algunos economistas de Yale y de la Universidad de Tilburg de Holanda: “one percentage point increase in the share of total income earned by the top 0.1% triggers an increase in art prices of about 14 percent.

 

Es también hoy el momento en el que muchas de esas industrias de la economía creativa son valoradas (y en algunos casos sobrevaloradas) dentro de las apuestas por el desarrollo territorial. Empieza a validarse su papel de primer orden en la competitividad de la economía y en la transición hacia el nuevo modelo productivo, pero es necesario no sobre-dimensionarlas. Se necesita tanto de la economía del conocimiento como de la economía industrial y de la próxima en venir, la economía de las experiencias. Y que lo diga Inglaterra, en la que se organiza una de las ferias de moda urbana más relevante, dónde nace el rey midas del arte Damien Hirst, y el de la cocina,  Jamie Oliver, o dónde Londres sigue liderando el ranking mundial de ciudades de shopping,  al tiempo que su gobierno anuncia la intención de reactivar un componente del sector industrial de la moda para generar empleos.