La Bienal de Venecia en clave geopolítica. Artes visuales y economía creativa

Por: Paula Trujillo

* Imagen cortesía de Ruya Foundation for Contemporary Culture

Welcome to Occupied Iraq es el título del espacio de este País en la Bienal de Venecia (2013). Cerca, muy cerca, está el Palestine Pavilion Otherwise Occupied. En una misma jornada se pueden visitar también los pabellones de Líbano, Maldivas, Venezuela, Armenia, el Principado de Andorra o Angola –ganador justamente del Premio del Jurado, el León de Oro–. ¡Qué curioso es recorrer aquí estos “territorios” mientras están al margen de la versión oficial de la política en Occidente, creando sus propios escenarios; territorios que están excluidos –o ausentes– y sin voz en buena parte de la institucionalidad internacional. Sólo faltaba en la Ciudad Pez, como muchos la definen por su forma, el pabellón de Siria.

 

¿Cómo interpretar estas “presencias” en la Bienal?

 

¿Qué puede significar para estos territorios, como sujetos políticos, participar de un evento artístico internacional de estas dimensiones?  ¿Aquí el poder del veto, que sí ejercen los cinco “usuales” en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, como funciona? ¿Quién financia a estas regiones? ¿Contribuyen estos pabellones a impactar o activar los ecosistemas creativos de los que proceden? ¿Es prioritario para un país tener un lugar aquí, en uno de los eventos más glamorosos de la economía creativa global, a cambio de asegurar la alimentación de su pueblo o las pensiones a sus jubilados? Alguien podrá decir que lo uno no paga lo otro, pero si se trata de decisiones cada céntimo cuenta.  Lo relevante es evidenciar el peso geopolítico de este evento para muchos territorios que han dejado de existir en la agenda mundial, que nunca han existido o que ven menguada su imagen internacional –los mismos que recortan en becas pero no en pabellones–.

 

¿Qué rol juega el arte dentro de las dinámicas de la economía creativa? ¿Y cuál es el papel de las bienales en este sentido? ¿Por qué estar aquí? ¿Cómo conviven los pabellones arriba mencionados con los otros pabellones nacionales, cuasi monárquicos en su historia y presencia física? ¿Cuál discurso es el que se hace presente en cada uno de estos espacios? ¿Es, por ejemplo, la Venezuela de Chávez y Maduro, o es la de Capriles o la de ninguno de ellos la que habla en su Pabellón? ¿Qué pensar de que la presencia de EEUU se ejecute bajo el liderazgo del Departamento de Estado, el mismo de Hillary, de Kerry y del lobby de cara al ataque contra Damasco? ¿Hay límites a los discursos o aquí Palestina, por usar un ejemplo, puede por fin decir incluso lo que no quiere oír ni Israel ni la clase judía que financia a los presidentes en Estados Unidos? ¿Cómo entender que hay un pabellón de España y otro de Cataluña? ¿Será acaso que los primeros en reconocer potencialmente a una Cataluña independiente serán Lituania, Letonia y La Bienal?

 

Dejándole a otros las reflexiones artísticas para que la analicen desde la historia del arte, la museografía o la apuesta curatorial, nos concentraremos en preguntas como las anteriores. ¿Cómo es que el “eje del mal”, como lo definía en su momento Bush Jr. y sus “amigos”, logra hacer presencia en Venecia junto con los países convocados a “liberar” el mundo de dicho eje? ¿Es acaso La Biennale el espacio más “democrático” que la humanidad ha conocido? Afirmaciones como que “el arte teje puentes entre la humanidad” no convencen lamentablemente tanto como el “buen negocio” que para muchos resulta hoy el mercado del arte dentro de la economía creativa global, o la potencia de un espacio como éste para transmitir mundialmente mensajes ante cierta tipología de decisores.

 

Un recorrido por  el Giardini

 

La 55 Bienal (2013) se desarrolló, como es usual entre el Giardini  con 28 pabellones nacionales permanentes asignados en gran parte por la política internacional de la década de 1930 y de la Guerra Fría (sí, sólo 28, lo que no cubre el actual mapa mundial y deja a África sin presencia en este espacio central);  y el Arsenale con curaduría esta vez del italiano Massimiliano Gioni y bajo el título Il Palazzo Enciclopedico. Para esta ocasión participan 150 artistas distribuidos además en 36 espacios dispersos por toda la ciudad.

 

Visitar  el Giardini exige entrar al pabellón de Venezuela (con el título Pendiente que Bolívar sigue Vigente), como una clara actividad promocional dentro de la campaña del entonces Gobierno Chávez-Maduro. A sólo pasos se instala el espacio ruso con una propuesta performática de exquisita inteligencia en alusión a los verdaderos reyes del mundo –más allá de las aportaciones hechas por la economía creativa–, el sistema financiero internacional. Visitando Japón y sin menospreciar la relevancia de una propuesta que valora lo procesual y lo colaborativo, lo más significativo es la relación que se tejió para lograrlo con una galería de Beijing. Sí, Japón y China.

 

Están también aquí, como usualmente, Alemania y Francia, sólo que esta vez los enemigos históricos han canjeado sus espacios. Un acuerdo tan simbólico como los que debían alcanzar a diario Hollande y Merkel.  Es de anotar, además, que la pieza central y que recibe en el pabellón germano es del chino hiper mediatizado y ahora también cantante, Ai Weiwei (con una presencia individual además en la Chiesa di Sant´Antonin titulada Disposition y en Zuecca Project Space). 

 

Il Palazzo Enciclopedico en el Arsenale empieza, lo que no es gratuito,  con artistas de Nigeria y una bellísima reflexión a partir del conocimiento y los contenidos que recoge y ha escondido el trenzado del cabello, para luego dar paso al norteamericano Christopher Williams, a Lin Xue de China y a Roberto Cuoghi de Italia. Algunos pensarán que las siguientes palabras desconocen el talento de estos artistas o que se menosprecia el trabajo curatorial, pero aunque muchos pensamos que lo mejor en el mundo del arte se está haciendo en “La Periferia”, tal repartición parece obedecer tanto a condiciones artísticas como políticas. Un comienzo con algún “exotismo” para sorprender pues éste es el espacio de los “artistas jóvenes” (sobre todo, dirán algunos, de los que vienen de países emergentes o sin pabellón oficial) y luego, a la manera en la que desde siempre ha estado pactada la repartición de las cabezas en el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, viene un artista del país anfitrión y algunos de las dos super potencias.

 

En clave geoestratégica aquí caben pocas ingenuidades tal y como sucede con “el conocimiento”, tema de esta Bienal. ¿Quién lo genera? ¿Quién lo válida? ¿Quién visibiliza ese conocimiento, lo almacena, lo administra o lo oculta? ¿Cómo contribuye a dinamizar la economía creativa? ¿Para quiénes? ¿En qué idiomas se produce o transmite?

 

Harun Farocki, la curaduría de Cindy Sherman y la obra de Sergey Zarva son parte de lo más relevante del pabellón curado. En el mismo Arsenale llaman la atención ciertos espacios nacionales como el de Líbano, el de Kosovo, el chino y sobre todo el chileno. Éste último compuesto por una instalación de Alfredo Jaar titulada Venezia, Venezia, profundamente evocadora y crítica a ese modelo geopolítico sobre el que se funda la Bienal, invitando a re-pensarla con un Giardini que se hunde entre las aguas.

 

Conclusiones

 

La Biennale es entonces y de manera evidente un hecho político no sólo por reinar aún en medio de la puja de los eventos de arte que hoy hay en el mundo (entre ferias globales y salones territoriales, eventos de coleccionistas, agendas académicas, subastas, exposiciones y las demás bienales), como también por el hecho de contribuir a mantener esta ciudad –desde la economía creativa– en la agenda internacional y mientras el nivel de las aguas lo permita.

 

La Bienal logra que el ojo del mundo se centre aquí, en la ciudad-museo, y que la economía en general se active gracias a la “peregrinación” que genera (algo destacable en las actuales circunstancias económicas italianas que se evidencian tanto en la prima de riesgo de los últimos días como en el grado creciente de “economía informal” que se percibe de un año a otro en las calles de La Serenissima). También lo ha conseguido por el rol que jugó La Bienal en el periodo entre las dos guerras mundiales y por el impacto que tuvieron en su desarrollo las protestas del 68. Y ni qué decir de los muchos contenidos que aquí se han desplegado en estos años o por las pujas de poder que ha habido entre sus actores y alrededor de los nombramientos del comisario de turno –incluyendo su nacionalidad–;  así como por las regiones presentes y las que no, las que están en el Giardini y las que están fuera; o por hechos evidentes como que la primera versión curada por mujeres fuese la del 2005 y que sólo hasta 1986 fuese invitado a participar en la exposición internacional un artista latinoamericano.

 

¿Y Colombia? Aparte del maravilloso dibujante José Antonio Suárez en Il Palazzo Enciclopedico, el País estuvo presente en el pabellón italo-latinoamericano a través de un artista nacido en Cali y que vive en Berlín llamado François Bucher, quién presentó una obra sobre una meseta en el Perú.